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Barco hundido y rabas

Publicado el 09 de febrero de 2021

Crónicas del mar, séptima entrega. Historias de ficción y no ficción escritas en Reta.

Texto y fotos: Daniela Barrera

Cuenta la leyenda que un vapor que navegaba estas aguas del sur bonaerense iba transportando hierro hacia Bahía Blanca cuando decidió quedarse acá. “Decidió” es una forma de decir. Habrá sido alguna fuerza de la naturaleza, de esa que se lleva vidas, historias y misterios bajo el mar y que la mayoría de los mortales desconocemos. O habrá sido alguna negligencia, una impericia, la falta de cuidado, vaya usted a saber. Eran los comienzos del siglo XX y entre las calles 42 y 44 se instaló nomás. Quedó ahí, encayado en la costa y basta que haya marea baja para verlo lucirse con más amplitud. Dicen que fue un naufragio. Lo fue, ciertamente. Y lo llaman Barco Hundido. ¿Para qué nombres, sinónimos o prolegómenos? Si con “Barco Hundido” lo entendemos todos. Es, desde entonces, un atractivo turístico que va cambiando su fisonomía en pequeños detalles perceptibles e interesantes como para renovar la postal cada vez que volvés a Reta. La foto cambia: si te fijás detenidamente las olas le arrebataron algún pedacito al casco o tiene más restos de mejillones incrustados que la última vez que lo viste. ¿Nocierto? Hacete una escapada y fíjate, vas a ver.

Algo así le dije a Marina la otra vez, el verano pasado. Vamos a caminar por la playa ¿o mejor vamos en bici? Le quiero sacar unas fotos nuevas al Barco Hundido y de paso nos comemos unas rabas en el parador. -Con una roja bien fría, -contestó. -Ah, pero si escaviamos mucho no voy a poder pedalear, -advertí. -¡Mejor caminemos! Vos sabés que con la cerveza tengo poca tolerancia-. Y así fue, pasamos a renovar la postal, sí, y también hay fotos testigo de nuestras sonrisas antes, durante y después de la caminata playera.

Bajó el sol, con las luces claras del horizonte el Barco salió majestuoso, como siempre que acompaña la marea. Una suerte, verlo así, a pesar del día nublado y la falta de ese naranja indescriptible. De las últimas fotos, ya entrada la noche estrellada en la orilla, mejor no decir nada. Sólo voy a contar que se está por cumplir un año y ya estamos organizando para repetir el plan.

Pero la historia no termina acá, atención. Resulta que una de esas fotos en las que se ven restos del naufragio salió en un posteo de redes sociales. Un tiempo después me escribe Marcela, amante y habitué de este paraíso y, como corresponde, fiel seguidora. Me cuenta que ésa que aparece en la imagen, tomando a su vez una foto del barco parada casi al lado de la estructura, es ella. Y me hizo sentir una rock-star, porque me dijo “me di cuenta que eras vos y no me animé a saludarte”. Se olvidó que acá, en Reta, nos saludamos todos, desconocidos o no, vecinos, amigos, turistas, lo mismo da. Una de las sanas costumbres que incorporamos naturalmente un par de días después de llegar por primera vez. Tal vez me vio muy concentrada buscando la captura del instante y lo cierto es que la que pierde noción del entorno soy yo, por eso creo que me dejó continuar camino sin chistar. En aquella publicación del Facebook alguien comentó “Qué bueno que hay dos sobrevivientes”, aludiendo a las personas de la foto, y con unos emojis cerró el chiste.

Ya sabemos que los peces rondan ese sector y para los pescadores enredar tanzas en el barco hundido es, sin duda, la cara más atractiva del paseo. Y aunque acá solo pescamos un par de anécdotas, vos decime si el barco hundido, las rabas y el universo no viven conectándonos con Reta como en ningún otro lugar.

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