Tener con quién jugar

Texto y fotos: Daniela Barrera

Paso caminando, cámara en mano como si fuera una extensión de mi cuerpo. Inevitable: estos tres personajes se van a convertir en mi retrato preferido del día, aunque no lo saben todavía. Disparo por la espalda -únicamente con una cámara de fotos nos permitimos esta jugada-. Estoy a punto de estallar de amor. La escena es de las más lindas que podemos ver en nuestra playa tranquila y familiar. Es domingo, los fines de semana Reta tiene más afluencia que el resto de la semana y más aún en enero. Están tan tranquilos que la captura de ese instante es todo… todo un momento, todo un gesto que perdurará como ese amor incondicional que se tienen.

Joaquín va a llevar con él toda la vida este recuerdo. Tal vez difuso, mezclado; quizás nombre a otro mar cuando hable de Reta pero no importa. Esa compañía es magia, es eternidad. Uno a cada lado de su nieto, Elsa y Carlos contemplan el mar con esa calma que sólo otorga la edad. En la orilla, el agua los acaricia mansa; más allá una caña de pescar y unos metros después el Barco hundido, que vigila y también se deja acariciar.

Los guardo en mi lente y mi sonrisa no puede disimular. Entonces no quiero seguir de largo. Me acerco y les cuento, les pido un permiso retroactivo. Le explico que subiremos la foto a las redes así la pueden guardar. Elsa sonríe, me abraza, me pide que le explique esto del Facebook y la guía y la página de internet a su hijo que va a entender mejor, dice. E inmediatamente siento que ya la quiero adoptar yo también como abuela. Le digo Gracias, qué bendición tener abuelos. Disfruten mucho. Yo los tuve y nunca me olvidé de momentos como éstos. Sigo camino pensando que Reta sabe cómo hacer magia y que es un regalo tener con quién jugar.

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